"La música es suficiente para toda la vida, pero toda la vida no es suficiente para la música."
(Sergey Rachmaninoff)
El tiempo pasa inexorable, la gente cambia. Personas se van de nuestras vidas y llegan nuevas. Un día pensamos algo y al siguiente cambiamos de idea. ¿Cuántas veces no hemos jurado no hacer algo y lo hacemos? ¿Cuántas veces no miramos hacia atrás y nos preguntamos en qué estaríamos pensando cuando tomamos una decisión?
¿Quién no ha hecho y dicho cosas en que luego no se reconoce a sí mismo?
No somos dos días la misma persona.
Sin embargo hay cosas que no se mueven: detalles, rasgos... gustos que no cambian y que en su conjunto definen el carácter de una persona. Una suerte de sello distintivo. Esa pizca que nos diferencia de los otros miles de millones con los que compartimos el tiempo y el espacio en que nos tocó vivir.
Entre esos pequeños detalles está la música. Hay música para toda la vida. Hay melodías que acompañaron momentos decisivos de nuestra vida, ya sea voluntaria o involuntariamente; hay canciones que se convierten en memorias, en momentos. Notas que esconden un quien y un porque.
Eso es para mí el concierto para piano y orquesta al que quiero dedicar esta entrada.
Un concierto al que sé que siempre puedo volver cuando necesito sosiego. El concierto para piano más bello que haya podido escuchar, no porque sea mejor que otros conciertos, sino porque es parte mía.
El Concierto para piano y orquesta número 2 de Sergey Rachmaninoff Op. 18. es una obra en do menor para piano acompañado por orquesta, compuesto entre el otoño de 1900 y abril de 1901. La obra completa fue estrenada, con el compositor como solista, el 27 de octubre de 1901 en el teatro Bólshoy de Moscú.
Este concierto fue dedicado al Dr. Nikolai Dahl quien trató al compositor de la depresión que sufrió luego del fracaso de su primera sinfonía. (Me parece que este suceso que merece una entrada aparte)
Rachmaninoff sufrió, como sufrimos todos alguna vez. Exorcizó, a través de su música el dolor que lo consumía; durante muchos años de su vida dudó - como dudamos todos- sobre su talento y vocación como músico.
En su retiro y soledad escribió una de sus obras más célebres e interpretadas en la que, en mi opinión, reveló su alma recuperada de entre las cenizas con su verdadera fuerza y belleza. Solo algo así puede explicar la magnificencia de cada nota y cada silencio de su concierto.
Y como otro gran pianista y compositor (Claude Debussy) dijo "La música se ha hecho para lo inexpresable", dejaré que la música hable por sí misma.
Les dejo una de mis interpretaciones preferidas a cargo de Vladimir Ashkenazy al piano y André Previn en la batuta. Que lo disfruten.
¿Cuál es la pieza (s) que representa algo especial para ustedes?
O.