lunes, 1 de abril de 2013

Compositores clásicos mexicanos (I)

(Manuel María Ponce)



Después de un periodo sin escribir -por lo cual debo disculparme, la inspiración no me visitaba- me gustaría hablar de un tema sobre el que me hubiera gustado leer algunos años atrás, cuando descubrí el universo de la música clásica. 

Existe una cantidad abrumadora de bibliografía sobre el género, primordialmente sobre su evolución en Europa, al ser una manifestación cultural predominantemente europea. 

Se produce literatura sobre sus principales exponentes en países como Alemania, Austria, Francia o Rusia; se habla de nacionalismo ruso, romanticismo alemán y poco, muy poco sobre los compositores que han dado forma a la identidad de un pueblo un tanto renuente a la música clásica. 


Compositores clásicos mexicanos. Porque los hay, porque todos deberíamos conocerlos; y sin embargo pocos son los que se escuchan, ya sea por su escasa difusión o el predominio de repertorios extranjeros en las salas de conciertos. Por esta razón dedicaré estas líneas a ellos, a los hombres que escribieron música hermosa por y para los mexicanos.

  • Manuel de Sumaya ( 1678-1755)
Periodo: Barroco. Nada menos que el principal representante del barroco musical en el continente americano. Compositor, organista y director de coro, se le atribuye lo que podría considerarse la primera ópera mexicana: La Parténope. Guión que después sería utilizado por Friedrich Händel. 


  • Juventino Rosas (1868-1894)
Compositor guanajuatense mundialmente conocido por su vals "Sobre las olas". Compuso  por encargo de Don Porfirio Díaz, quien le pidió que hiciera música que emulara los pomposos valses vieneses de moda  entre la aristocracia europea. Un Strauss mexicano, que tuvo que vender su piano y los derechos sobre su famoso vals para pagar deudas. 



  • Ricardo Castro Herrera (1864-1907)
De igual forma que Juventino Rosas, Castro compuso durante el gobierno de Don Porfirio Díaz las primeras sinfonías y conciertos para piano y orquesta, no sólo de México, sino del continente. Nacido en Durango, se traslada a corta edad a la Ciudad de México para estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, pues desde niño mostró un talento natural para la música. El vals "Capricho" es su obra más conocida. 





  • Manuel María Ponce (1882-1948)
Nacido en Fresnillo, Zacatecas, a Ponce se le debe la incorporación de elementos propios de "lo mexicano" a la música clásica que por entonces seguía los cánones dictados por el Romanticismo de Liszt y Chopin y el Impresionismo de Claude Debussy. Es por lo anterior que se le conoce como el fundador del nacionalismo musical mexicano. Elevó la música mexicana a un nivel de culto y exquisitez que lo llevaron a recorrer las capitales europeas atrayendo la mirada del público más exigente. Entre sus obras más interpretadas se encuentra su "Intermezzo" para piano. 



Con esta hermosa y melancólica melodía - que recuerda a las mazurkas chopinianas- concluyo esta primera entrega sobre compositores y músicos mexicanos, y dejo la promesa de escribir acerca de los que hacen falta: Julián Carrillo, Carlos Chávez, Silvestre Revueltas y por supuesto José Pablo Moncayo. 



¿Cuál es su obra mexicana clásica preferida? 


O. 


jueves, 7 de marzo de 2013

Poe o la sombra de la muerte.







"(...) un aspecto de austera, profunda e irremediable melancolía se cernía y lo invadía todo."

(Edgar Allan  Poe en Narraciones Extraordinarias)



Pobreza, enfermedad y muerte fueron tres constantes en la vida de unos de los escritores más emblemáticos del romanticismo. Nacido en Boston, Massachusetts en 1809, hijo de dos actores de circo itinerante, sería arriesgado aventurar decir que Edgar traía el arte corriendo por las venas desde su nacimiento. De sus padres biológicos no sabemos mucho más de lo que supo el mismo Poe. 

Recibió el apellido Allan de su padrastro, un acaudalado empresario quien se encargó de su educación hasta la mayoría de edad. Quería que Edgar fuera comerciante. Después de varios intentos fallidos, lo envió a una academia militar, con la esperanza de forjar el carácter del atribulado joven, que desde la adolescencia había mostrado inclinación hacia la lectura y la poesía. 

Edgar adoraba a su madrastra, Mrs. Frances Allan, quien al no poder tener hijos volcó toda su atención en el niño delicado y enfermizo que era Poe. Fue educado en Inglaterra, Escocia y Estados Unidos. De los años en Europa queda evidencia en sus relatos La Narración de Arthur Gordon Prymm y William Wilson. 

A los catorce años, Edgar de enamora de una mujer de treinta. A ella dedica su primer poema "To Helen". A los dieciséis ingresa a la universidad y empieza una relación con una mujer llamada Sarah Royster, quien ha de volver a aparecer al final de su vida. Los años posteriores se resumen en vicios, apuestas y poca producción literaria. 

Al romper relaciones con su padrastro, Poe se ve obligado a encontrar una manera de ganarse la vida: el periodismo. Él es uno de los primeros escritores en Estados Unidos que se esforzó por vivir exclusivamente de la literatura.

Se muda a Nueva York una época, y de regreso en Boston publica varios relatos por entregas así como poemas, entre ellos El Cuervo, por el que obtuvo sólo nueve dólares. 

Su madrastra muere de tuberculosis, al igual que su joven esposa (y prima) Virginia Clemm dejando a Poe sumido en la desesperación, más solo que nunca. 

Parecía que allá donde iba Edgar lo seguía una estela de muerte. Se le relaciona con la desaparición de Mary Cecile Rogers, quien inspirara la historia detectivesta "El Misterio de Marie Rogêt". Poco después muere también su padrastro John Allan, con quien nunca pudo reconciliarse.

Un tiempo después regresó a su ciudad natal, donde se reencontró son Sarah Royster, quien lo animó a casarse nuevamente. La boda sería el 17 de octubre de 1849, pero Edgar nunca llegó al dichoso día. Su  rastro se perdió y a sólo dos semanas de la boda, fue hallado en las calles de Baltimore en estado de delirio y trasladado al Washington College Hospital, donde murió el 7 de octubre en condiciones aún no esclarecidas. 



...Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama


tiende en el suelo su sombra.


Y mi alma,del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,


no podrá liberarse. ¡Nunca más!




(El Cuervo)














lunes, 25 de febrero de 2013

Un concierto para piano y orquesta.





"La música es suficiente para toda la vida, pero toda la vida no es suficiente para la música." 
(Sergey Rachmaninoff)


El tiempo pasa inexorable, la gente cambia. Personas se van de nuestras vidas y llegan nuevas.  Un día pensamos algo y al siguiente cambiamos de idea. ¿Cuántas veces no hemos jurado no hacer algo y lo hacemos? ¿Cuántas veces no miramos hacia atrás y nos preguntamos en qué estaríamos pensando cuando tomamos una decisión? 

¿Quién no ha hecho y dicho cosas en que luego no se reconoce a sí mismo? 

No somos dos días la misma persona. 

Sin embargo hay cosas que no se mueven: detalles, rasgos... gustos que no cambian y que en su conjunto definen el carácter de una persona. Una suerte de sello distintivo. Esa pizca que nos diferencia de los otros miles de millones con los que compartimos el tiempo y el espacio en que nos tocó vivir. 

Entre esos pequeños detalles está la música. Hay música para toda la vida. Hay melodías que acompañaron momentos decisivos de nuestra vida, ya sea voluntaria o involuntariamente; hay canciones que se convierten en memorias, en momentos. Notas que esconden un quien y un porque. 

Eso es para mí el concierto para piano y orquesta al que quiero dedicar esta entrada. 

Un concierto al que sé que siempre puedo volver cuando necesito sosiego. El concierto para piano más bello que haya podido escuchar, no porque sea mejor que otros conciertos, sino porque es parte mía. 

El Concierto para piano y orquesta número 2 de Sergey Rachmaninoff Op. 18. es una obra en do menor para piano acompañado por orquesta, compuesto entre el otoño de 1900 y abril de 1901. La obra completa fue estrenada, con el compositor como solista, el 27 de octubre de 1901 en el teatro Bólshoy de Moscú. 

Este concierto fue dedicado al Dr. Nikolai Dahl quien trató al compositor de la depresión que sufrió luego del fracaso de su primera sinfonía. (Me parece que este suceso que merece una entrada aparte)

Rachmaninoff sufrió, como sufrimos todos alguna vez. Exorcizó, a través de su música el dolor que lo consumía; durante muchos años de su vida dudó - como dudamos todos- sobre su talento y vocación como músico. 

En su retiro y soledad escribió una de sus obras más célebres e interpretadas en la que, en mi opinión, reveló su alma recuperada de entre las cenizas con su verdadera fuerza y belleza. Solo algo así puede explicar la magnificencia de cada nota y cada silencio de su concierto. 

Y como otro gran pianista y compositor (Claude Debussy) dijo "La música se ha hecho para lo inexpresable", dejaré que la música hable por sí misma. 

Les dejo una de mis interpretaciones preferidas a cargo de Vladimir Ashkenazy al piano y André Previn en la batuta. Que lo disfruten. 





¿Cuál es la pieza (s) que representa algo especial para ustedes? 

O. 








martes, 19 de febrero de 2013

Protocolo mínimo de sala de conciertos.





Interior de la Sala Nezahualcóyotl


Mi hermana y yo llegamos un poco antes de las siete. Faltaba más de una hora para el concierto, pero no nos importó esperar. 

La Sala Nezahualcóyotl, en el corazón del Centro Cultural Universitario, nos recibió con todo su esplendor que sus tres décadas de existencia no han logrado opacar. Estando parado en el vestíbulo uno no se pregunta porqué aquel lugar, es una de las salas de conciertos más importantes no sólo del país, sino de América. 

Las taquillas, en el nivel inferior del edificio contaban con largas filas de gente esperando conseguir una localidad para el programa de aquella noche: El Concierto para Violín de Sibelius y la afamada Sinfonía No. 6 de Piotr I. Tchaicovsky "Patética". 

Dieron la primera llamada, y para entonces ya nos encontrábamos instaladas en las cómodas (demasiado diría yo) butacas en el palco B. Gente de todo tipo comenzaba a llegar: la pareja mayor en la que uno sueña convertirse un día junto a alguien, la pareja joven de apariencia hippie, familias enteras, el abuelo que le explica al nieto qué hacen los músicos que comienzan a afinar en el escenario, señoras con la inconfundible pinta de profesoras, grupos de amigos. 

La gente joven se está acercando a la música clásica. Este pensamiento cruzaba mi mente mientras mis ojos recorrían la sala, y no pude evitar sonreír. 

El concierto dio inicio y no decepcionó mis expectativas. El prodigio de violinista alemana y la OFUNAM enmudecieron al auditorio, que después prorrumpió en una lluvia de ovaciones, para dar paso al intermedio. La Sinfonía Patética comenzó a sonar, de piano a fortísimo, inundando y desbordando la sala de impresionante acústica. Aplaudieron al final del Tercer Movimiento: Un allegro muy vigoroso. Parece el final de la obra. Sólo parece. 

Así como parece que el protocolo en una sala de conciertos es puro sentido común. 

Es bueno que los jóvenes (y todo tipo de personas) se acerquen a la música de concierto; sin embargo también es importante educar respecto al comportamiento que debe obervarse, por respeto tanto a las demás personas que asisten como a los músicos. 

Aquí están un par de reglas sencillas, lo que yo denomino protocolo mínimo de sala de conciertos:

  1. Poner el celular en modo silencioso. Por favor. No necesita mayor explicación, y sin embargo es una de las cosas más usuales el molesto tono en plena ejecución. Nada nos cuesta desactivar las alarmas o desconectarnos del mundo un par de horas. 
  2. Esperar a que sea el final de la pieza para aplaudir. Como un inteligente amigo escribió en su cuenta de Twitter: "Debe haber una confusión pues no hay premios para el que aplaude primero". Al contrario, es socialmente mal visto ser un "aplaudidor precoz". 
  3. Guardar silencio. La más elemental de todas las reglas. Si lo que queremos es ir a contarle nuestra vida a un acompañante una sala de conciertos no es el lugar adecuado. Es por respeto a los artistas, cuyo trabajo requiere un nivel máximo de concentración. 
  4. Evitar la tos escandalosa (dentro de lo humanamente posible). Todos necesitamos toser alguna vez, pero hay que ser decentes; y si estamos enfermos, mejor quedarse en casa. No hace falta ir a formar parte del Coro Monumental de la Tos -bautizado así por otro buen amigo tuitero- , que por alguna razón parece gustar de las partes tranquilas de las piezas, o los silencios entre movimientos para manifestarse con un estallido que parece de broma de mal gusto. 
  5. No introducir comida a la sala. Y menos la clásica bolsa de fritangas que hace ruido cada con sólo tocarla. No es el cine. Para eso hay un intermedio y una cafetería para tomar un refrigerio. 

Todo lo anterior es únicamente para que la experiencia sea más disfrutable para todos. Escuchar una orquesta en vivo, es una de esas cosas en la vida que se disfrutan con todos los sentidos. Vale la pena intentarlo, y puedo asegurarles que van a querer regresar. 

Si a alguien se le ocurren puntos que agregar a este pequeño protocolo, será un gusto leerlos. Por el momento, me despido con mi versión favorita del Concierto para Violín de Jean Sibelius: 








domingo, 10 de febrero de 2013

200 años de Wagner




Retrato de Wagner por Pierre A. Renoir, 1882




"Realmente no sé a qué se me había destinado, sólo recuerdo que una tarde oí ejecutar una sinfonía de Beethoven, que a continuación me dio fiebre, enfermé, y que cuando recobré la salud ya era músico." 

(Fragmento de carta de R. Wagner a Wilhelmine Schröder) 




Pensé varios días antes de escribir esta entrada. Me planteaba una y otra vez cómo aproximarme a un personaje sobre el que se han escrito libros y sobre el que existen innumerables estudios. Hablar de Wilhem Richard Wagner son palabras mayores. 

¿Cómo le hablaría yo a alguien que nunca ha escuchado de Wagner?

Compositor, director de orquesta, ensayista, dramaturgo y teórico musical, es un referente obligado a toda una corriente de las artes denominada Romanticismo. La influencia de Wagner rebasa la esfera de lo musical: este hombre marcó toda una época. 

Conocido por sus óperas (mismas que él denominaba "dramas musicales") Richard Wagner revolucionó la manera en que se componía y ejecutaba la música de concierto. Fue el primer compositor en considerar su obra un universo autónomo, en el que sus personajes tenían vida  propia; integrando en las misma elementos de la mitología griega, germana y nórdica, Richard Wagner tomó inspiración de pensadores como Arthur Schopenhauer y Jakob Grimm. 

Mantuvo una estrecha relación con otra figura importantísima en la historia del pensamiento, Friedrich Nietzsche, quien se refería a Wagner como "la persona más afable e ingeniosa que conocía".

No es posible entender la obra de Wagner sin repasar la influencia que Nietzsche tuvo sobre él, y viceversa. Su relación, llena de altibajos, estuvo basada sobre todo en la mutua admiración.

En 2013 se conmemora el Bicentenario de su nacimiento (Leipzig 1813- Venecia 1883) y por este motivo se escuchan sus obras en salas de conciertos de todo el mundo, sin ser la excepción nuestra Ciudad de México. 

Wagner está más vivo que nunca. 

Mi intención al escribir esto es invitar a acercarse a conocer su obra. Es buen momento para acudir a los conciertos y dejarse subyugar por su música, que no envejece, sino todo lo contrario. 

Despido esta entrada con una obra que me gusta muchísimo, de las pocas piezas que compuso de manera independiente a sus óperas. 








http://www.bellasartes.gob.mx/index.php/musica-y-opera.html


sábado, 19 de enero de 2013

¿Qué hace el director de orquesta?






Hablando de música clásica a menudo me han hecho esa pregunta. Qué hace o para qué sirve el director de orquesta es una cuestión difusa en la mente de muchas personas; es decir, saben que es el personaje que no toca algún instrumento y suele definírsele por lo que no hace, pero ¿Qué hace además de agitar la batuta? 

He decidido escribir al respecto en palabras muy sencillas, como lo entiende alguien que no se dedica a la música, pero la disfruta enormemente. 

El Director o Maestro de orquesta es la persona encargada de coordinar los distintos elementos que componen la orquesta, no sólo a nivel musical. 

Son tareas del director llevar el tiempo (o tempo), indicar la entrada de instrumentos solistas o grupos instrumentales, marcar acentos y hacer que se lleve a cabo cualquier otra instrucción dejada por el compositor en la partitura. 

Utilizan además de una batuta, lenguaje corporal y gestos. 

Es por eso que la misma obra no será interpretada de la misma forma dos veces nunca. Cada director imprime a cada interpretación su estilo personal y emotividad, y es eso lo que  distingue a unos de otros. 

Fue en el siglo XIX que tomó forma el rol de director en las orquestas. Anteriormente era alguno de los violinistas el que llevaba el ritmo, o el compositor mismo quien daba las instrucciones pertinentes. 

El director de orquesta guía a los músicos - que pueden llegar a ser más de setenta, dependiendo del tipo de agrupación- a través de la interpretación, y es el personaje de referencia para otras cuestiones, tal como acuerdos sobre ensayos o disputas que se puedan sucitar entre los músicos. 

Mi hermano me preguntó el día de hoy que tuvimos oportunidad de ir a un recital en uno de los recintos más bellos del sur de la ciudad: "¿Qué pasaría si no hubiera director?" Mi respuesta fue sencilla: no habría concierto. 

Y es que sería muy complicado llevar a cabo un concierto entre tantos músicos sin una figura que conjunte y dirija las partes de la interpretación, ya de por sí compleja. 

Me despido con un video de mi director de orquesta favorito. Un venezolano muy joven, con un estilo fresco y vibrante que ha conquistado todos los continentes. 






O.

sábado, 12 de enero de 2013

Porque Gatsby siempre será El gran Gatsby



                                         (Click recomendado al video mientras se lee.)     

              


"He escrito la mejor novela de los Estados Unidos", dijo Francis Scott Fitzgerald  a su editor, Maxwell Perkins. 

¿Quién es Jay Gatsby? Esencialmente será la idea que todos se hacen de él. "Whatever people say I am, that's what I'm not." 

Nacido sin fortuna ni posición, con el nombre de James Gratz, Gatsby es el arquetipo del hombre que se inventa a sí mismo. Es la encarnación del norteamericano sin pasado, hecho por su voluntad. Mister Nobody of Nowhere. Héroe o antihéroe, príncipe o asesino, empresario de Wall Street o traficante de alcohol en la época de la prohibición. 

La vida de este personaje fascina y atrae a los personajes más excéntricos de la sociedad burguesa de antes de la Gran Depresión, la Era del Jazz, los felices y teatrales años veinte en Nueva York. La novela se antoja una gran orgía montada por     
Gatsby para obtener la atención de la mujer que lo embrujó hasta el final de sus días, Daisy Buchanan. 

Pero la verdadera historia de Gatsby es más emocionante que todos sus mitos. Enrolado en el ejército norteamericano, es un teniente condecorado que regresa con una idea: resucitar el tiempo muerto, y en especial un único y privilegiado momento del pasado, quizá el único momento de plena felicidad de su vida. 

Jay Gatsby, como Fitzgerald lucha una batalla perdida contra el tiempo ido sin remedio. Es por eso que es una historia que nunca perderá vigencia. 

Es, sin duda, un personaje que cautiva. Un caballero de exquisitos modales, con una luz propia que aunque se va extinguiendo a lo largo de la trama, no deja de deslumbrar. 

Fitzgerald no se equivocaba. Escribió la historia más sencilla y entrañable de su siglo. Un libro que me conmovió hasta las lágrimas, mientras sonreía y pensaba que no leer más de él dejaría un hueco muy grande. 

Una historia que me dejó sin aliento e imposibilitada para empezar con otra historia durante algunos días. 





miércoles, 2 de enero de 2013

2 Libros inspiradores para comenzar el año.


(Foto: Escuela en Herat, Rubén Guillén)




La primera entrada del año.

No acostumbro hacer algo como propósitos de año nuevo; sin embargo, sí hago una lista mental de cosas que me gustaría hacer en mayor medida, por el simple hecho de que me hacen sentir feliz.

Escribir es una de esas cosas. Un par de (amables) lectores me han preguntado si me dedico a la literatura. La verdad es que no, lo que hago no tiene nada que ver con esto. Es sólo uno de mis más grandes pasiones en la vida. 

En esta ocasión me gustaría hablar sobre libros que motivan. 

(Y ojo con el motivan, no hablo de superación personal, sino de inspiración en su estado más elemental.)

Aquí un par de libros que me han dejado con un sentimiento muy grato: 


  • El Vagón de las Mujeres - Anita Nair

Para la mayoría de nosotras es inconcebible la idea de tener prohibido tomar un avión o camión sin la autorización de un marido, padre o hermano. O no poder viajar mezcladas con otras familias, al igual que la imposibilidad de trabajar en ciertas actividades, como las leyes o la medicina. 

En la India, esto es una realidad y Anita Nair, es una joven autora india, que deslumbra con su primera novela. 

El Vagón de las Mujeres es una colección de anécdotas de 6 mujeres que viajan hacia el encuentro de algo o huyendo de su pasado: Akhila, hija abnegada de quien siempre ha dependido su familia, soltera y aparentemente despojada de su feminidad; Janaki, madre de varios hijos, en perpetua pugna con su autoritaria suegra; Margaret, progresista profesora de química; Prabah, una esposa sumisa; Sheela, una adolescente con un pasado traumático quien recientemente ha perdido a la única persona que tenía (su abuela) y Marikolanthu, una joven traicionada y vendida por su familia que va a terminar a casa de dos mujeres británicas que huyen a la India para poder vivir en unión libre. 

Es un libro cálido, cercano (a pesar de describir un país lejano) e inspirador porque, en palabras de la autora, se trata de "un libro para descubrir la fuerza de las mujeres". Una lectura perfecta para tomar conciencia sobre la fragilidad de la vida, y sobre todo, de la mayor fuerza que hay en este mundo: la voluntad. 






  • Mil Soles Espléndidos - Khaled Hosseini

El título de este libro, hace alusión a un poema persa del Siglo XVII, y puede llegar a despistar respecto a la temática de la novela. Mil Soles Espléndidos es una arrebatadora historia situada en Kabul, Afganistán en plena guerra en los años posteriores al ataque a las Torres Gemelas en 2001. 

Narra, a través de la vida de dos mujeres muy diferentes en edad y condición, la transformación que sufre una sociedad estructurada hace siglos, a causa de la guerra, que los obliga a emigrar y separarse de sus familias. 

El autor logra construir un escenario tan real, que parecen escucharse los gritos y los silbidos de las bombas e imaginarse el pánico en el que viven sumidas sus protagonistas, pero también sentir sus ganas de vivir; esa inagotable fuerza que sólo sale en los momentos más críticos. 

Emotiva de principio a fin, con un planteamiento sencillo e inteligente. La otra cara de la moneda detrás de la guerra contra el terrorismo iniciada por George W. Bush; la cara en donde viven los inocentes, los niños mutilados por las minas, las viudas, y los huérfanos. Todos aquellos puestos bajo el eufemismo "daño colateral".

Un libro inspirador, y paradójicamente lleno de vida. Una historia a la que me encanta volver, y que me hace esperar con ansias la próxima novela de este afgano (que dicho sea de paso, estrena en mayo de este año).






Esto es todo por ahora. Dos historias muy diferentes entre sí, que llegan de partes lejanas del mundo, pero que me tocaron de forma especial, y me hicieron pensar que en el país que sea la condición humana es la misma. Las personas aman y sufren de igual modo. 

De vez en cuando es bueno mirar hacia afuera, y salirse un poquito de las historias convencionales y cómodas. Dos buenos libros para comenzar el año.