lunes, 25 de febrero de 2013

Un concierto para piano y orquesta.





"La música es suficiente para toda la vida, pero toda la vida no es suficiente para la música." 
(Sergey Rachmaninoff)


El tiempo pasa inexorable, la gente cambia. Personas se van de nuestras vidas y llegan nuevas.  Un día pensamos algo y al siguiente cambiamos de idea. ¿Cuántas veces no hemos jurado no hacer algo y lo hacemos? ¿Cuántas veces no miramos hacia atrás y nos preguntamos en qué estaríamos pensando cuando tomamos una decisión? 

¿Quién no ha hecho y dicho cosas en que luego no se reconoce a sí mismo? 

No somos dos días la misma persona. 

Sin embargo hay cosas que no se mueven: detalles, rasgos... gustos que no cambian y que en su conjunto definen el carácter de una persona. Una suerte de sello distintivo. Esa pizca que nos diferencia de los otros miles de millones con los que compartimos el tiempo y el espacio en que nos tocó vivir. 

Entre esos pequeños detalles está la música. Hay música para toda la vida. Hay melodías que acompañaron momentos decisivos de nuestra vida, ya sea voluntaria o involuntariamente; hay canciones que se convierten en memorias, en momentos. Notas que esconden un quien y un porque. 

Eso es para mí el concierto para piano y orquesta al que quiero dedicar esta entrada. 

Un concierto al que sé que siempre puedo volver cuando necesito sosiego. El concierto para piano más bello que haya podido escuchar, no porque sea mejor que otros conciertos, sino porque es parte mía. 

El Concierto para piano y orquesta número 2 de Sergey Rachmaninoff Op. 18. es una obra en do menor para piano acompañado por orquesta, compuesto entre el otoño de 1900 y abril de 1901. La obra completa fue estrenada, con el compositor como solista, el 27 de octubre de 1901 en el teatro Bólshoy de Moscú. 

Este concierto fue dedicado al Dr. Nikolai Dahl quien trató al compositor de la depresión que sufrió luego del fracaso de su primera sinfonía. (Me parece que este suceso que merece una entrada aparte)

Rachmaninoff sufrió, como sufrimos todos alguna vez. Exorcizó, a través de su música el dolor que lo consumía; durante muchos años de su vida dudó - como dudamos todos- sobre su talento y vocación como músico. 

En su retiro y soledad escribió una de sus obras más célebres e interpretadas en la que, en mi opinión, reveló su alma recuperada de entre las cenizas con su verdadera fuerza y belleza. Solo algo así puede explicar la magnificencia de cada nota y cada silencio de su concierto. 

Y como otro gran pianista y compositor (Claude Debussy) dijo "La música se ha hecho para lo inexpresable", dejaré que la música hable por sí misma. 

Les dejo una de mis interpretaciones preferidas a cargo de Vladimir Ashkenazy al piano y André Previn en la batuta. Que lo disfruten. 





¿Cuál es la pieza (s) que representa algo especial para ustedes? 

O. 








martes, 19 de febrero de 2013

Protocolo mínimo de sala de conciertos.





Interior de la Sala Nezahualcóyotl


Mi hermana y yo llegamos un poco antes de las siete. Faltaba más de una hora para el concierto, pero no nos importó esperar. 

La Sala Nezahualcóyotl, en el corazón del Centro Cultural Universitario, nos recibió con todo su esplendor que sus tres décadas de existencia no han logrado opacar. Estando parado en el vestíbulo uno no se pregunta porqué aquel lugar, es una de las salas de conciertos más importantes no sólo del país, sino de América. 

Las taquillas, en el nivel inferior del edificio contaban con largas filas de gente esperando conseguir una localidad para el programa de aquella noche: El Concierto para Violín de Sibelius y la afamada Sinfonía No. 6 de Piotr I. Tchaicovsky "Patética". 

Dieron la primera llamada, y para entonces ya nos encontrábamos instaladas en las cómodas (demasiado diría yo) butacas en el palco B. Gente de todo tipo comenzaba a llegar: la pareja mayor en la que uno sueña convertirse un día junto a alguien, la pareja joven de apariencia hippie, familias enteras, el abuelo que le explica al nieto qué hacen los músicos que comienzan a afinar en el escenario, señoras con la inconfundible pinta de profesoras, grupos de amigos. 

La gente joven se está acercando a la música clásica. Este pensamiento cruzaba mi mente mientras mis ojos recorrían la sala, y no pude evitar sonreír. 

El concierto dio inicio y no decepcionó mis expectativas. El prodigio de violinista alemana y la OFUNAM enmudecieron al auditorio, que después prorrumpió en una lluvia de ovaciones, para dar paso al intermedio. La Sinfonía Patética comenzó a sonar, de piano a fortísimo, inundando y desbordando la sala de impresionante acústica. Aplaudieron al final del Tercer Movimiento: Un allegro muy vigoroso. Parece el final de la obra. Sólo parece. 

Así como parece que el protocolo en una sala de conciertos es puro sentido común. 

Es bueno que los jóvenes (y todo tipo de personas) se acerquen a la música de concierto; sin embargo también es importante educar respecto al comportamiento que debe obervarse, por respeto tanto a las demás personas que asisten como a los músicos. 

Aquí están un par de reglas sencillas, lo que yo denomino protocolo mínimo de sala de conciertos:

  1. Poner el celular en modo silencioso. Por favor. No necesita mayor explicación, y sin embargo es una de las cosas más usuales el molesto tono en plena ejecución. Nada nos cuesta desactivar las alarmas o desconectarnos del mundo un par de horas. 
  2. Esperar a que sea el final de la pieza para aplaudir. Como un inteligente amigo escribió en su cuenta de Twitter: "Debe haber una confusión pues no hay premios para el que aplaude primero". Al contrario, es socialmente mal visto ser un "aplaudidor precoz". 
  3. Guardar silencio. La más elemental de todas las reglas. Si lo que queremos es ir a contarle nuestra vida a un acompañante una sala de conciertos no es el lugar adecuado. Es por respeto a los artistas, cuyo trabajo requiere un nivel máximo de concentración. 
  4. Evitar la tos escandalosa (dentro de lo humanamente posible). Todos necesitamos toser alguna vez, pero hay que ser decentes; y si estamos enfermos, mejor quedarse en casa. No hace falta ir a formar parte del Coro Monumental de la Tos -bautizado así por otro buen amigo tuitero- , que por alguna razón parece gustar de las partes tranquilas de las piezas, o los silencios entre movimientos para manifestarse con un estallido que parece de broma de mal gusto. 
  5. No introducir comida a la sala. Y menos la clásica bolsa de fritangas que hace ruido cada con sólo tocarla. No es el cine. Para eso hay un intermedio y una cafetería para tomar un refrigerio. 

Todo lo anterior es únicamente para que la experiencia sea más disfrutable para todos. Escuchar una orquesta en vivo, es una de esas cosas en la vida que se disfrutan con todos los sentidos. Vale la pena intentarlo, y puedo asegurarles que van a querer regresar. 

Si a alguien se le ocurren puntos que agregar a este pequeño protocolo, será un gusto leerlos. Por el momento, me despido con mi versión favorita del Concierto para Violín de Jean Sibelius: 








domingo, 10 de febrero de 2013

200 años de Wagner




Retrato de Wagner por Pierre A. Renoir, 1882




"Realmente no sé a qué se me había destinado, sólo recuerdo que una tarde oí ejecutar una sinfonía de Beethoven, que a continuación me dio fiebre, enfermé, y que cuando recobré la salud ya era músico." 

(Fragmento de carta de R. Wagner a Wilhelmine Schröder) 




Pensé varios días antes de escribir esta entrada. Me planteaba una y otra vez cómo aproximarme a un personaje sobre el que se han escrito libros y sobre el que existen innumerables estudios. Hablar de Wilhem Richard Wagner son palabras mayores. 

¿Cómo le hablaría yo a alguien que nunca ha escuchado de Wagner?

Compositor, director de orquesta, ensayista, dramaturgo y teórico musical, es un referente obligado a toda una corriente de las artes denominada Romanticismo. La influencia de Wagner rebasa la esfera de lo musical: este hombre marcó toda una época. 

Conocido por sus óperas (mismas que él denominaba "dramas musicales") Richard Wagner revolucionó la manera en que se componía y ejecutaba la música de concierto. Fue el primer compositor en considerar su obra un universo autónomo, en el que sus personajes tenían vida  propia; integrando en las misma elementos de la mitología griega, germana y nórdica, Richard Wagner tomó inspiración de pensadores como Arthur Schopenhauer y Jakob Grimm. 

Mantuvo una estrecha relación con otra figura importantísima en la historia del pensamiento, Friedrich Nietzsche, quien se refería a Wagner como "la persona más afable e ingeniosa que conocía".

No es posible entender la obra de Wagner sin repasar la influencia que Nietzsche tuvo sobre él, y viceversa. Su relación, llena de altibajos, estuvo basada sobre todo en la mutua admiración.

En 2013 se conmemora el Bicentenario de su nacimiento (Leipzig 1813- Venecia 1883) y por este motivo se escuchan sus obras en salas de conciertos de todo el mundo, sin ser la excepción nuestra Ciudad de México. 

Wagner está más vivo que nunca. 

Mi intención al escribir esto es invitar a acercarse a conocer su obra. Es buen momento para acudir a los conciertos y dejarse subyugar por su música, que no envejece, sino todo lo contrario. 

Despido esta entrada con una obra que me gusta muchísimo, de las pocas piezas que compuso de manera independiente a sus óperas. 








http://www.bellasartes.gob.mx/index.php/musica-y-opera.html